AL OTRO LADO
Ante mi ojos,
cual
amarillas hojas,
caen las
horas.
Mis labios,
temblorosos,
la tibia
brisa
de tu amor aguardan.
Sordamente,
cruje el
invierno.
Mis sueños
quieren
cruzar el río.
¡Vente a mi
lado,
amada mía…!
Dulces
conjuros
invocan tu
presencia.
EL RITMO DE TU AUSENCIA
Tiene tu ausencia secretas resonancias;
mis
recuerdos se tiñen de un sinfín de colores.
El pulso de
la vida cobra un ritmo más íntimo;
¡tan cercano se escucha el clamor de tus versos…!
Un torrente de
hojas, de perfiles dorados,
se aleja
dibujando imposibles mañanas.
Al abrigo
del amor, gruesos leños calientan
nuestro
hogar construido con velados suspiros.
El corazón
del bosque esconde tus tesoros;
entre
húmedas sombras habla nuestro destino.
Insinuantes
voces, ¿suspiros de las hadas…?
Desde el
alma del mundo fluye una sabia luz.
EL SECRETO
Ayer tarde,
descubrí su
secreto.
Soplaba el
viento,
tembló mi
alma.
Se abrieron
los capullos
de sus
rosas. ¡Estaban
llenos de
mentiras…!
Afiladas
espinas
trepaban por
mi ventana
para
clavarse en mis manos
que,
imprudentes, habían hurgado
en lo más
hondo de la vida.
El peso de
los años,
sin que yo
pueda evitarlo,
a plomo cae
sobre mis
hombros.
LA ESTATUA
El silencio
quitó la vida al mundo;
en figura de
cera se ha convertido mi alma.
El mundo es una
tumba;
a su sombra,
duerme mi espíritu.
No hay lugar
para el deseo.
¡Mi corazón
es una estatua
que nadie
quiere poner en ninguna parte!
EL ROBLE
Mi alma,
mi alma entre las hojas
del viejo
roble.
Y en la copa
del roble
mis ojos,
oteando el
horizonte.
Mi espíritu
atado a la
raíz
del viejo
roble.
En los
pliegues
del roble mi
fuerza,
doblegada
ante el tiempo.
Mis sueños,
mis sueños a
la sombra
del viejo
roble.
Y en las
ramas
del roble mi
esperanza,
buscando
savia nueva.
Mis pies
alejándose
del viejo
roble.
Cual
semillas
del roble mis
anhelos,
conquistando
otras tierras.
RENACER
¡Oh, qué
lenta llegaste y qué callada,
para
librarme del frío
que sin
piedad congelaba mis sienes...!
Tras una
larga noche, me diste a oler tus flores;
todo se puso,
de pronto, en movimiento.
¡Y vi tan
claras las lindes del sendero...!
¡Fue posible
otra aurora;
maduraron exóticos
frutos
de cuyo
néctar se alimentó mi espíritu!
EL ÁRBOL DE LA VIDA
Tiene mi
cuerpo la forma de un gran árbol,
sobre sus ramas
los pájaros anidan;
frescas hojas,
moviéndose con gracia,
entablan con
la vida un íntimo diálogo.
Tendido
hacia el azul, al mundo da sus brotes;
indómitos
torrentes, plenos de savia, fluyen.
Serpenteantes
raíces, ajenas a banales
deidades, ante
la luna se inclinan.
Penetra en
el silencio de las cosas;
sólo atiende
a las voces de los dioses.
Abierto a
los secretos de la vida,
la fuerza de
su tronco es un misterio.
NUBES SAGRADAS
Penden del cielo oscuras nubes;
se me
antojan inmensas catedrales.
En sus
ojivas juguetean los ángeles;
al rozar con
sus alas mi frente
saltan
chispas extrañas.
Mi espíritu
deambula por sus naves,
canta,
serenamente, y retoza
en sus
sombríos claustros.
Mullido
manto de suave piel, me cubren;
altos
cipreses, me abrigan con su sombra.
En la
penumbra, como una gema, brilla
aquella nube
blanca: ¡parece una flor de lis!
Luminosa
vidriera, deja llegar la luz
hasta mis
ojos; mi cuerpo baña
con aromas
de incienso y esencias de laurel.
Bóvedas que
elevó sabio arquitecto,
vaporosas
gárgolas teñidas de nostalgia…
Traspasando
el cielo, zigzagueantes agujas
sobre mi
piel derraman luminosos reflejos.
Aspecto
tienen de austera cartuja.
¡Qué
gráciles paredes, cuán deliciosos nimbos…!
No hay nada más sagrado que su espíritu frágil,
divina es la dialéctica de sus cambiantes formas.
Lírica
eucaristía,
dulces gotas
de lluvia sobre mis labios caen;
arrebatos
poéticos, luz de vidrieras góticas.
LA PUERTA DE FUEGO
Serenamente
avanzo;
zigzaguean
los senderos
bajo un
cielo invernal.
Confundidos
mis pasos
por apurar
un cáliz
que a lo
lejos brillaba.
Los versos
del poeta
tranquilizan
mi alma.
¡Batir de
aladas rimas…!
Mi destino
se enfrenta
a una puerta
de fuego.
¿De qué
dragón las llamas?
De acero es
mi armadura.
Una herida
el crepúsculo,
el silencio
es mi espada.
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