CLARO DE LUNA
Escucho el
viento, viejo filósofo;
con sus monótonos
sermonesquiere enamorar a la luna.
Bajo su blanca luz,
brillan las huellas
de mi vida.
Se van las horas;
el mundo queda desnudo.
Mi corazón se centra en su trabajo,
por las callejas deambulan los espíritus.
CREPÚSCULO
¿Tras qué
ciega muralla
se escondió
la arboleda?¿Quién rompió la escalera
que me acercaba a los luceros
y construyó una presa con el agua
que irrigaba mis ojos…?
¡Talada la espesura,
ciego
estertor del aire…!Siervo soy del capricho
de un cielo despiadado.
Fuego en el horizonte;
cae la luz de la tarde.
VERSOS DEL FRÍO
¡Frío invierno,
qué silencio en tus pasos!
El amor me abandonó
a mi suerte y, secas ya, sus ramas,
entre grises zozobras,
flagelan mi vida.
en la gélida noche me torturan.
¡Tirita mi corazón, mi alma tiembla...!
en vano intento humedecer
en ella mi pluma
para escribir nuevos versos…
mi corazón se arrastra
entre los charcos del camino.
LA CANCIÓN DE LA LLUVIA
Un intenso
perfume desprende
la humedad
de la tierra.
Al ritmo de
la lluvia,
un profundo
sopor.
Meditativas
hojas
reposan en
la umbría
acompañando
a mi alma,
alimentando
mis sueños…
-tatuajes de
la tierra-
fabricando
universos
hacia el
misterio avanzan.
¡Fugaces
arroyuelos,
estrepitosos
ríos,
vivificantes
aguas
henchidas de
presagios…!
El vientre
de las nubes
va rozando
el boscaje.
Tras la grisácea
bruma
un nuevo
mundo se oculta.
EL MAR
¡Voces
oscuras,
crepusculares
ecos,
hondos
lamentos…!
Del tempestuoso
mar llega
un frío
aliento hasta mi espíritu;
de ese mar
íntimo
que cuando
quiere devora a los hombres;
de ese mar:
un misterio,
inmensidad
muda;
de un mar gris
que sabe ser muy frío,
pero también
verde, vaporoso,
tan ardiente
y profundo
como el
corazón de la tierra.
En el rumor
de sus olas
viajan mis
anhelos.
En el
inaccesible acantilado
tienen su
hogar mis sueños.
¡Extraños cantos,
dulces suspiros,
con
voluptuosas formas,
moldean mi
alma…!
Como el mar,
mis palabras,
impetuosas
ondas, no quieren
ser esclavas
del mundo.
PIANO
¡Piano,
piano,
respetad mis
oídos!
¡Piano,
piano,
en silencio
las calles!
¡Piano,
que el ruido
no viole a la tarde!
¡Ni a la
noche, piano!
¡Que el
paisaje haga sonar sus poéticas
teclas
invernales mientras dormimos
en el
profundo bosque!
¡Envolvamos
en una caja al mundo,
a este mundo
que devora con ansia nuestros sueños,
a este mundo
que se alimenta, cruel, de nuestra vida…!
Su música
hace correr mis lágrimas.
El arcano
del mundo en mi negro piano;
en sus
doradas cuerdas los más hondos secretos…
¡Qué
lastimeras formas en la oscura madera
doblada por
el peso de tantos desengaños!
Mi piano se
ha parado;
callaron
para siempre sus alocadas teclas.
¡Alguien
cerró la tapa del ataúd...!
En mi alma
se ha instalado la Noche;
solitaria
princesa, busca el leve murmullo
de sus
primas, las hadas…
Ambarina nostalgia
se ha adueñado del genio.
¡POR FIN!
Hubiera deseado
decirlo hace
ya mucho tiempo,
mas no me
salía la voz.
Ahora, que
al fin puedo
cantar mis sentimientos,
¡cómo me
inunda el gozo!
¡Oh, qué
bello el instante
en que el
poeta desentraña el arcano
y el día, como
un dios griego,
toma tintes
de eternidad!
¡Canta, vida
mía, canta con voz más fuerte!,
¡díctame
nuevos ensueños!
¡Haz que con
toda su fuerza
acudan
nuevos himnos a mi memoria,
a esta
memoria que había olvidado tu rumor
y que tan
torpemente tus hilos ignoraba…!
¡Oh, larga noche,
incierta;
desatinadas
rimas!
¡Cuántos
años siempre a la ventura,
sin creer en
mis propias palabras,
ignorando las
divinas presencias…!
El viento, muy
lejos, se llevó mi juventud;
pero dejó un
ramillete de estrofas en mi mano
cuyo perfume
me aleja del dolor,
me invita a
tejer nueva vida con viejas palabras…
Sobre un
lecho de fértiles tierras
late,
salvaje, el corazón mío.
LUCES Y SOMBRAS
¡Oh, luz,
cómo me haces daño!
¡Oh luz, tú,
sí, la luz que me obliga
a cerrar los
ojos anhelando
la honda
quietud del sueño…!
¡Tú gritas la
verdad a mis ojos,
clavas tu ardiente
lanza en mis ingenuas mejillas…!
Me asustan tus
extrañas formas;
esas sombras,
a nada comparables,
que cuando
sale el sol se despiertan,
se
desperezan,
y convierten
el mundo en encrespada ola
que sólo
amansará un nuevo crepúsculo…
En la noche,
el reino del espíritu,
¡qué bello
hermanamiento hace el amor
con las sombras!
Todo fluye,
silencioso río,
todo
zigzaguea;
en
misterioso éxtasis se curva, lento, el cielo
envolviendo
con sus negros cabellos
mis
solitarias orillas…
Mi amor, sí,
es hermano de las oscuras horas,
de los amarillentos
fantasmas,
de la paz y
el misterio que anidan
en la
escondida gruta de mi espíritu.
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