ÉXODO
Éste es el tiempo
en que emigran las gentes,
partiendo
los peldaños, vestidos de soldados,mientras las densas gotas de un interminable aguacero
oxidan las cuchillas que alguien clavó en mi puerta.
Mi corazón
se cubre de cenizas;
protegido
con reluciente yelmoespero conquistar la montaña,
descansar sobre el tronco de una encina…
Un jardín he
plantado con vírgenes semillas;
en su interior
palpitan mis anhelos.Mi alma, volando como un pájaro,
busca frescos arroyos de plateadas aguas.
Hondos
aullidos se oyen,
parecen provenir
de oscuros montes.Recios, mis pasos el desierto cruzan;
marcho hacia el Sur buscando nuevos campos.
OLIENDO LA
MISERIA
|
obstinadas, se alzan miles
de sombrías verdades!
Huele a vinagre el ombligo de las cosas;
se ha clavado en mi pecho la raíz de la vida.
¿Quién tiene
aún ganas
de oír esos
miles de alegatosengendrados por la avaricia
de los más mediocres?
¡El engaño
es un arte…!
La vida
necesita un nuevo aire,que los hijos de los padres se olviden.
Un rictus de violencia, acechando en la sombra,
borra la miel de mis palabras…
¡Ay de aquél
que siembra la miseria,
esa miseria
que nos hace señalesy nos arrastra hasta la sórdida montaña
donde reposan millones de cadáveres!
VOCES CELESTES
¡Callados
serafines que os servís de mi voz,
cómo florecen
los jardines con vuestras artes,
qué
sutilmente encendéis mi luz,
cómo ordenáis
el caos e ilumináis
con vuestra dulce
canción mis sueños...!
Un ciego
desorden lo amenaza todo,
convierte el
mundo en volcánica isla,
el cielo en
sinrazón,
nubla la mente
del poeta,
llena las almas
de quimeras
inspirando las
más aciagas decisiones.
¡Se han
unido la vida y la muerte,
la muerte y el
sueño,
el sueño y
la locura…!
En vosotros
encuentra
mi lengua su
equilibrio, mi corazón
se acerca a
la correcta senda.
¡Valor!
Sólo el
valor nos mantendrá en pie
para que no
mueran de miedo nuestros hijos.
¡Oh,
celestes espíritus, voces de amantes dioses,
cuando escucho
el alegre batir de vuestra alas
una divina
luz ilumina mi espíritu!
BUENOS PRESAGIOS
Encendido el
paisaje;
redivivo la
lluvia lo ha dejado.
He cerrado
mi puerta a la tristeza,
mi alegría quiere
imponerse a las sombras.
Densas nubes,
que me
cubrían de dudas,
se alejan,
lentamente,
por el
profundo valle.
¡Oh, tenebroso túmulo,
azul
melancolía,
qué lentas pasan
las horas!
La guerra
nunca acaba;
en un mar de
frías lágrimas
encallan
nuestros nombres.
Callados
temblores se agazapan
en el seno,
húmedo y misterioso,
de la insomne
Naturaleza.
El silencio sucedió
al espanto.
Ahora sé que
muy pronto
retornarán
los justos.
TAMBORES DE GUERRA
¿Cómo he de
ir, desde mi cálido hogar,
hasta el
frío de las calles?
¡Tantos
muertos, allá, en la distancia…!
¡Haced sonar
las sirenas!
¡Que sus
agudas voces se oigan por todas partes!
No pueden
advertirlo,
pero se
estrechan, se estrechan cada vez más los límites.
¡Ya hay
truenos en los campos, redobla el mundo!
El tiempo,
poco a poco, devora las estrellas...
Para regar
los campos ya es tarde;
no me oirán,
aunque yo se lo diga.
El mundo
retumba con fuerza;
los cañones
no están lejos
disparando
al ocaso
y devorando
los serpenteantes caminos.
¿A qué
distancia quedaron de sus madres...?
Deslumbra el
fuego y allá, en la arenosa bahía,
gritan las
gentes mientras se aleja el barco
y se oculta
tras el horizonte.
¡Que
embarquen nuestros hijos…!
Cerca, muy
cerca, se escuchan los tambores
que pasan
desfilando por la vida
quitando,
otorgando coronas.
Me asusta la
distancia, me aterra el hielo.
¡Qué lejos
queda el cielo de este lugar,
de este
largo y frío invierno!
¡Son tantos
los caminos
por los que
vamos dejando caer las rosas...!
Hasta el sol
se detiene;
implacables,
los hielos
cortan el
horizonte.
Abrupta es
la subida,
y mis pasos
comienzan a quebrarse
ante el
cómplice silencio de los muertos.
BALADA DE INVIERNO
Mi espíritu,
esta noche,
ha decidido
detener su vuelo.
El invierno,
con sus frías manos,
llama a mi
puerta.
Ya olvidaron
mis ojos
las suaves
alas de azules mariposas.
El mundo
se oculta a
mi rostro.
Mis pasos
tienen el ritmo
de una
triste balada,
mis ojos
imitan el parpadeo
de la yerba
en los prados…
Me sorprende
el misterio de las cosas.
Desde el reino
de las sombras
me llega un
grave repique de campanas
que vuelve
loco a quien las oye.
Como del tronco
se separan las hojas,
mi alma y mi
cuerpo se escinden.
Tortuosos
caminos me hablan de violencia;
en un
capullo de seda blanquísima
aguardo; la
verdad espera.
¡Allá, a lo
lejos, veo brillar mi casa,
mi verdadera
casa,
en la que me
despierto,
con suave
desperezo, cada mañana...!
Mi voz
acalla el viento;
un huracán
quebró mis rosas.
Sólo queda
el temblor de las estrellas
en el mudo
equilibrio de la noche.
LA ÚLTIMA HORA
En esta hora,
cuando en la lejanía se intuye el desconsuelo,tiembla mi alma, mientras cae la noche,
presintiendo los pasos lilas de la Muerte.
Ya ha huido de mi pecho la sugestión del día,
al sol le han salido enormes ojeras
y en mi corazón suenan inquietantes cadencias.
¡Oh, enorme desasosiego!
Una brisa
suave aligera mis pasos
dando
impulso a la sangre estancada en mi alma.Hace brotar mis lágrimas el llanto de otros hombres;
me siento junto a ellos, en intranquila espera,
viendo cómo en las rocas encallan nuestras naves.
Huérfano de sonrisas ha quedado el paisaje;
escondiendo mi rostro tras grisáceas brumas
en la ausencia de todo aún queda la esperanza.
¡Mis naves,
nuestras naves,
cómo se
hunden en las enormes olas…!Cede el empuje del viento;
a mis velas apenas las impulsan
los suspiros de soñolientos dioses
que trazaron mi rumbo
sin atender a llantos ni a plegarias.
En el
ambiente flota taciturna inquietud;
el vuelo de
las aves, al ocaso, perfila mi tristeza.
Azules sombras lo van cubriendo todo
con un inmenso manto de nostalgia.
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